Si buscas ejercicios de toma de decisiones, es probable que te sientas en una encrucijada, paralizado por la duda o abrumado por las posibles consecuencias de tus elecciones. Quiero que sepas que esta sensación es increíblemente común. Tomar decisiones, desde las más pequeñas hasta las que cambian la vida, es una habilidad que, como cualquier otra, se puede entrenar y perfeccionar.

A lo largo de mi práctica como psicólogo, he visto cómo la incapacidad para decidir puede convertirse en una fuente masiva de ansiedad y estancamiento. No se trata de falta de inteligencia, sino a menudo de un exceso de análisis o del miedo a equivocarse. El objetivo de este artículo es darte herramientas prácticas y psicológicamente fundamentadas para que puedas navegar tus decisiones con mayor claridad, confianza y, sobre todo, paz mental.
¿Por qué nos cuesta tanto decidir?
Antes de sumergirnos en los ejercicios, es crucial entender qué sucede en nuestro cerebro cuando nos enfrentamos a una elección. A menudo, no es la decisión en sí lo que nos bloquea, sino ciertos sesgos cognitivos y patrones emocionales.
- Parálisis por análisis: Ocurre cuando tenemos demasiada información o demasiadas opciones. Nuestro cerebro se sobrecarga y, en un intento por tomar la decisión “perfecta”, terminamos por no tomar ninguna. He trabajado con pacientes brillantes que podían pasar semanas investigando la “mejor” cafetera, perdiendo un tiempo y una energía mental valiosísimos.
- Miedo al arrepentimiento: Nos aterra la idea de mirar atrás y pensar “debí haber elegido la otra opción”. Este miedo a un futuro arrepentimiento puede mantenernos anclados en la indecisión presente.
- Aversión a la pérdida: Psicológicamente, el dolor de perder algo es más fuerte que el placer de ganar algo equivalente. Por eso, a menudo preferimos no arriesgarnos (quedarnos en un trabajo que no nos gusta) por miedo a perder la seguridad que ya tenemos, aunque la ganancia potencial sea enorme.
- Fatiga de decisión: Nuestra capacidad para tomar buenas decisiones es un recurso limitado que se agota a lo largo del día. Por eso es más fácil decidir qué desayunar que decidir sobre una oferta de trabajo a las 10 de la noche.
Entender estas trampas no nos hace inmunes a ellas, pero nos permite reconocerlas cuando aparecen, que es el primer paso para superarlas.
5 Ejercicios prácticos para fortalecer tu “Músculo” decisorio
Estos ejercicios están diseñados para ser aplicados en diferentes tipos de decisiones, desde las más lógicas hasta las más emocionales. Te recomiendo tener una libreta a mano para trabajar en ellos. El acto de escribir externaliza los pensamientos y nos da una claridad que el simple hecho de “pensar” no ofrece.
1. La matriz de decisión ponderada: Para decisiones lógicas y complejas
Este es un clásico mejorado, ideal cuando tienes varias opciones y múltiples factores a considerar (ej. elegir entre ofertas de trabajo, comprar un coche, etc.).
- Define tus Opciones: En la parte superior de una hoja, escribe las opciones que estás considerando (Opción A, Opción B, Opción C).
- Lista tus Criterios: En una columna a la izquierda, anota todos los factores que son importantes para ti en esta decisión. Sé específico. En lugar de “salario”, puedes poner “salario base”, “bonificaciones”, “beneficios”. Otros ejemplos: “distancia al trabajo”, “oportunidades de crecimiento”, “cultura laboral”, “equilibrio vida-trabajo”.
- Asigna un Peso a cada Criterio (Ponderación): Aquí está la clave. No todos los criterios son igual de importantes. Dale a cada uno un peso del 1 al 10, donde 10 es “extremadamente importante” y 1 es “deseable, pero no esencial”. Este paso te obliga a ser honesto sobre tus verdaderas prioridades.
- Puntúa cada Opción: Ahora, para cada opción, califica del 1 al 10 qué tan bien cumple con cada criterio.
- Calcula el Resultado: Multiplica la puntuación de cada criterio por su peso. Suma los totales para cada opción. La opción con la puntuación más alta no es una respuesta “mágica”, pero es un indicador muy potente de cuál se alinea mejor con lo que TÚ valoras.
He visto en consulta cómo este ejercicio trae una calma inmensa, porque transforma una nube de ansiedad en datos claros y manejables.
2. La técnica del “10-10-10”: Para evaluar consecuencias a largo plazo
A menudo tomamos decisiones basadas en la emoción del momento. Este ejercicio, popularizado por Suzy Welch, nos ayuda a ganar perspectiva. Ante una decisión, pregúntate:
- ¿Cómo me sentiré acerca de esta decisión en 10 minutos?
- ¿Cómo me sentiré acerca de esta decisión en 10 meses?
- ¿Cómo me sentiré acerca de esta decisión en 10 años?
Esta técnica es brillante para decisiones emocionales, como responder a un correo electrónico conflictivo o hacer una compra impulsiva. La respuesta a los “10 minutos” suele estar cargada de gratificación instantánea o de reactividad emocional, mientras que las respuestas a los “10 meses” y “10 años” nos conectan con nuestros valores y metas a largo plazo.
3. El consejo del amigo sabio (o tu “Yo” del futuro)
Cuando estamos inmersos en un problema, nuestra visión se nubla. Este ejercicio de disociación nos permite acceder a una perspectiva más objetiva.
- Describe tu dilema: Escribe o graba en una nota de voz tu problema con todo el detalle posible, incluyendo tus miedos y dudas.
- Ponte en los zapatos de otro: Ahora, imagina que es tu mejor amigo, alguien a quien respetas profundamente, quien te cuenta este problema. ¿Qué le dirías? ¿Qué consejo le darías con amor y objetividad?
- Consulta a tu “Yo” futuro: Alternativamente, imagina que tienes 80 años y miras hacia atrás a este momento. ¿Qué te aconsejaría esa versión sabia y experimentada de ti mismo/a? ¿Qué decisión te acercaría más a la vida que te enorgullecería haber vivido?
Este cambio de perspectiva a menudo revela una respuesta que ya estaba dentro de nosotros, pero que el miedo nos impedía ver.
4. La “Autopsia” pre-mortem: Para mitigar el miedo al fracaso
El miedo a que todo salga mal puede ser paralizante. Este ejercicio, usado en el mundo empresarial y adaptado a lo personal, enfrenta ese miedo de frente.
- Elige una opción: Supongamos que te inclinas por la Opción A.
- Viaja al futuro: Imagina que ha pasado un año y la decisión fue un fracaso absoluto. Todo lo que podía salir mal, salió mal.
- Escribe la historia del fracaso: Describe con detalle qué salió mal. ¿Por qué falló? ¿Fue por falta de recursos? ¿Subestimaste un obstáculo? ¿Una suposición tuya era incorrecta? Sé brutalmente honesto.
- Regresa al presente y planifica: Ahora que has identificado los posibles puntos de fallo, puedes crear un plan para prevenirlos o mitigarlos. Esto no solo reduce la ansiedad, sino que hace que tu decisión sea mucho más robusta y tengas un plan B.
5. La prueba del vientre vacío: Para conectar con tu intuición
No todas las decisiones son puramente lógicas. Nuestra intuición o “instinto visceral” es una forma de procesamiento de información muy rápida y valiosa. El problema es que a menudo la confundimos con el miedo.
- Reduce el ruido: Busca un momento de calma, sin distracciones.
- Céntrate en tu cuerpo: Cierra los ojos y respira profundamente un par de veces.
- Presenta una opción a tu mente: Piensa claramente en la Opción A. No la analices, solo siéntela. ¿Qué sensaciones aparecen en tu cuerpo? ¿Sientes una sensación de expansión, ligereza, apertura en el pecho? ¿O sientes una contracción, pesadez, un nudo en el estómago?
- Repite con la otra opción: Libera la primera opción y ahora presenta la Opción B. Observa de nuevo las sensaciones físicas, sin juzgarlas.
Tu cuerpo a menudo sabe la respuesta antes que tu mente consciente. Este no debe ser el único factor, pero es una pieza de información muy valiosa para añadir a tu matriz de decisión.
Cuando la indecisión persiste
Si después de probar estos ejercicios sigues sintiéndote paralizado, puede que haya raíces más profundas en juego, como una ansiedad crónica, baja autoestima o traumas pasados. En estos casos, la terapia puede ser un espacio transformador.
Como terapeuta, mi trabajo es ayudarte a desentrañar esos nudos, a entender el “porqué” detrás de tu indecisión y a construir la confianza interna para que puedas tomar decisiones que honren quién eres y la vida que quieres construir.
Tomar decisiones es un acto de poder personal. Cada elección, por pequeña que sea, es una oportunidad para dar forma a tu vida. Espero que estos ejercicios te sirvan como una brújula en tu camino.
Referencias
- Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow. Farrar, Straus and Giroux.
- Schwartz, B. (2004). The Paradox of Choice: Why More Is Less. Ecco.
- Heath, C., & Heath, D. (2013). Decisive: How to Make Better Choices in Life and Work. Crown Business.